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Monday, January 18, 2016

Cambridge.

Cambridge.




De nuestro proyecto One Minute Story, les compartimos esta historia, con ilustración de Dano Riv.



Me mudé a Norwich en el Reino Unido, un pequeño pueblo bastante tranquilo, el viento soplaba y tenía muchos ríos y bosques, un lugar perfecto para inspirarme y para que mi hijo jugara y creciera tranquilo, tenía todo lo que necesitaba, a mi familia y una ciudad tranquila donde ellos estarían bien y yo podría trabajar mis pinturas; mi esposa consiguió un empleo en el mercado local, todo iba bien.
La verdad es que no me considero un buen artista, pero me he hecho algo de popularidad entre las personas de Norwich, la gente habla de mi trabajo y les gusta pero claro no se puede comparar con el del maestro Leonardo Da Vinci, pero tengo bastante trabajo y me pagan bien por ello. Puse un pequeño estudio en mi casa, la gente me visita más para que les haga retratos, todo iba bastante bien y éramos muy felices hasta nuestro tercer año viviendo ahí. Fue cuando todo empezó.
Antes de mudarnos para acá mucha gente me advirtió de la desaparición de niños, algunos familiares preocupados me pidieron que no lo hiciera por el bien de mi hijo, que había brujas que los raptaban para sus hechizos y adoración de demonios.
Brujas, esos seres sólo viven en las mentes débiles, mentes que no están ocupadas en nada realmente importante.
Un día un caballero se presentó en mi estudio, parecía un hombre muy rico, con una mirada imponente, pareciera que te podía quitar la piel solo de verte, alto y vestido con mucha elegancia, sombrero de copa, guantes blancos, corbata roja y la más impresionante chaqueta que haya visto nunca, ni siquiera hubiera imaginado que existían, su ropa era muy oscura, tan negra que las gotas de lluvia parecían dejarla limpia.
-Buenas tardes- me dijo el caballero muy educadamente, con un acento peculiar.
-Buenas tardes- le respondí -¿en qué puedo ayudarle?
-Soy Sir Cambridge y he escuchado palabras bastante buenas de usted señor Michaels, dicen que es de los mejores, quisiera que me hiciera un retrato para mi sala, debe de ser grande, por su puesto que el dinero no es un problema-
Definitivamente era un hombre rico y poderoso, la clase de persona que quiere mostrar su poder en una sala.
-Puedo hacerlo señor- Mi emoción era notable, era un trabajo grande para alguien importante.
-Sería perfecto si pudiera comenzar…ahora-dijo Sir Cambridge.
Por Dios, mi esposa va a matarme, le prometí tomar una caminata por el río ya que no planeaba pintar el día de hoy, pero esta es una de las personas que no acepta un no por respuesta.
-¿Pasa algo malo señor Michaels?
-No señor- contesté- Puedo comenzar de inmediato.
-Excelente señor Michaels, me cae bien, parece ser el tipo de persona que tiene todo bajo control.
Sí claro, todo bajo control justo en una posición en la que no quería estar…
-Gracias señor, comencemos entonces- arreglé todo para que Sir Cambridge posara para su retrato y comencé a pintar.
Cuatro horas fue mucho trabajo, pero la verdad no me importaba si me pagaban, mientras pintaba, Sir Cambridge elogió mi trabajo, me dijo que mis pinturas eran una buena representación del realismo y que se veían muy bien. Le agradecí algo avergonzado, nadie nunca había hecho tantos elogios hacia mi trabajo.
-Jamás hay que subestimar el poder del arte señor Michaels- me dijo Sir Cambridge- los ojos del artista son de respeto, ven más allá de lo real, por eso sus pinturas me parecen extraordinarias.
Cuantos elogios, creo que tengo un nuevo seguidor.
Cuando terminamos el cuadro, Sir Cambridge salió de mi estudio, al parecer muy contento por su retrato. Aunque mi esposa se molestó un poco porque cancelé el paseo, al final estuvo feliz de que tuviera un buen cliente.
-¿Cómo está Aaron?- me preguntó mi esposa, se me hizo extraño que me preguntara por nuestro hijo, pensé que estaba con ella. –Pensé que estaría contigo- le dije, ambos entramos en un pánico, ese que te da calosfríos en la espina dorsal y te hace sudar, nuestro hijo había desaparecido, me sentí culpable, me preocupé más por la pintura y el pago, nunca me di cuenta que no regresó del aula, no quiero ni pensar en lo que me advirtieron sobre los niños desaparecidos, pero mi mente abordó ese tema de inmediato ahora que no encontraba a mi hijo.
Lo buscamos por toda la ciudad, preguntamos a todo el mundo por él pero nada, ni un informe en el aula, nadie sabía del hijo del pintor, la angustia invadía a mi esposa y a mí con tremenda libertad y rapidez, no se puede vivir así, varios vecinos me acompañaron a los bosques y ríos para buscarlo ahí también temiendo lo peor, pero nada, absolutamente nada.
Pasaron días de búsqueda, la última esperanza fue cuando las patrullas, carruajes de búsqueda y sabuesos regresaron, mi mayor temor se hizo presente cuando Aaron, no venía con ellos, declarándolo por desaparecido, mi esposa y yo rompimos en llanto, como no sentirte culpable si te olvidaste de tu hijo.
-Seguiremos buscando- le dije al dirigente
-Señor Michaels es mejor que descanse, hay cosas que no se pueden cambiar.- contestó el dirigente.
Aunque es una realidad absurda, pero mi esposa y yo teníamos la esperanza de volverlo a ver.
Al día siguiente, era ya tarde, escuché gritos en la plaza, fue entonces que vi a varias personas del pueblo reunidas, con antorchas y palos gritando, me arropé y me dispuse a salir a ver de que trataba todo esto… ¡Sir Cambridge! la gente lo tenia amarrado y detenido, entre el tumulto le pregunté a una persona que era lo que estaba pasando.
-¡Él es quién se roba los niños! –
-¡Ya no toleraremos mas raptos y niños desaparecidos, demonio, es un demonio!- exclamo alguien detrás de mí.
-¡Robaba a los niños y sabemos que se llevó al tuyo porque no le había gustado el retrato que le hiciste!-
Sir Cambridge, no lo puedo creer, no soy quién para juzgarlo pero, ¿ÉL?, era imposible, después de todo había elogiado mucho mis pinturas.
-¿No has visto que nunca está en el sol?-
-Sí, yo nunca lo he visto en el sol, casualmente los niños desaparecen en los días más nublados-
No lo había pensando antes pero tenía sentido.
Tal fue el odio que se propagó por Sir Cambridge que Norwich decidió quemarlo en la hoguera, por rapto de niños y brujería.
Por un lado quería que le sucediera algo malo a la persona que apartó a mi hijo de mi vida, por otro, algo parecía ir mal, era como si aquel hombre fuera especial pero ¿por qué?
-Sir Cambridge, por el poder que intercede la ley en este pueblo, y el consejo, se le ha dictado detención, por rapto y asesinato de 11 niños incluido el último, perdido hace unos días, hechicería culto y adoración al demonio, por ende será condenado a morir en la hoguera- dijo el dirigente.
-¡Que arda!-
-¿Tiene algo que decir Señor Cambridge?-
Un silencio hizo que la madera de las antorchas quemándose fuera lo único que se escuchara en minutos.
-Regresa entonces al infierno de donde te saliste- le susurró el dirigente.
Alzando una antorcha en señal de victoria por cazar a aquel demonio, el dirigente se propuso a incendiar el pastizal que estaba amarrado a los pies del detenido.
-¡Quémenlo!-
-¡Maldito!-
La gente gritaba, era como si ese horror se hubiera apoderado también de sus almas y sus corazones, de verdad querían ver a ese hombre reducido a cenizas. Le aventaban basura y piedras, mientras los oficiales continuaban incendiando el pastizal, Sir Cambridge con los ojos cerrados, mostraba una paz intrigante, pareciera como si ya hubiera pasado por esto antes, lo golpeaban las rocas que aventaba la gente y lo humillaban, pero el hombre jamás demostró temor, doblegación, pareciera ni siquiera tener dolor en el momento en el que le prendieron fuego.
El hombre comenzó a arder, la gente vitoreaba por que al fin ese monstruo ya no volvería a robar un solo niño y las familias estarían tranquilas.
Entonces Sir Cambridge, en un movimiento rápido, volteó a verme a los ojos, me quedé paralizado, sentí cómo mi corazón latía rápido y a pesar del calor que hacía, mis manos y mi sangre se helaron, me quedé inmóvil, quería voltear hacia otro lado, quería que dejara de verme, pero su mirada, era imposible no verlo, mientras el fuego consumía al hombre que había pintado. Nunca dejó de verme, sólo hasta el momento en el que ya era cenizas, pero esa mirada. Lo sabía iba a cazarme hasta el día de mi muerte.
Los días estuvieron más tranquilos en Norwich después de la euforia de la quema de Sir Cambridge, el pueblo aún olía a bruma de un incendio, aunque las familias tenían menos miedo de que sus hijos fueran raptados, de hecho no desapareció ningún niño más, las madres salían a dar paseos juntas sin miedo a que les pasara algo. Todo volvió poco a poco a la normalidad, menos nuestra familia, que le hacía falta uno de sus miembros.
Habían pasado por lo menos dos meses, me seguía yendo bien como pintor y a mi esposa en el mercado, habíamos logrado poner nuestro propio negocio en él. Ya todo era normal para entonces.
Una noche de octubre estábamos dispuestos a cenar cuando alguien llamó a la puerta, pensando que era el recolector de impuestos, mi esposa se dispuso a abrir, cuando se escuchó un grito ahogado, corrí de inmediato y tal fue mi sorpresa que no me había sentido así desde que aquel hombre que estaba parado en mi puerta me había visto a los ojos desde la hoguera en la que se quemaba. Sir Cambridge estaba parado ahí, frente a nosotros, en la puerta de mi casa.
-Buenas noches señor Michaels, señora.- me saludó tan educado y elegante como siempre, igual que a mi esposa, tras él, un carruaje negro, jalado por corceles del mismo color. No entendía nada, mi esposa comenzó a temblar y yo también, aunque quería disimularlo, pasar saliva y sudar no eran buena señal de que lo estuviera logrando.
-S…Sir Cambridge- saludé pasmado, no sabía qué pensar, mi respiración se acelero mis manos y pies temblaban, si mi esposa no hubiera estado ahí hubiera jurado que era un juego de mi mente.
-Qué gusto encontrarlo despierto, Sr Michaels, espero no haber interrumpido nada, creo que usted tiene algo que aún me pertenece- mi cerebro en blanco mandó una señal a mi cuerpo para que contestara-Q…¿A qué se refiere Sir Cambridge?
-Mi retrato Señor Michaels- respondió con voz imperativa.
No dije una sola palabra y comencé a buscar su retrato.
Buscando entre las obras sin enmarcar, mis manos temblorosas parecían no responder.
-Espere- exclamó con un tono alto.
Me detuve en seco.
-Creo que encontré algo que es suyo jugando solo en el bosque-
Sir Cambridge hizo una señal a su cochero y éste abrió la puerta, del carruaje salió un niño.
-¡PAPÁ, MAMÁ!- nos gritó,
-¡Aaron, nuestro hijo!- exclamó mi esposa.
Corrimos a abrazarnos, ambos empezamos a llorar de la alegría, por un momento me olvidé de quién estaba en mi puerta también yo seguía tremendamente asustado y sorprendido al mismo tiempo.
Mi esposa le preguntó a mi hijo que dónde había estado, a lo que Aaron respondió que durmiendo. ¿Durmiendo?, realmente no importaba mi hijo estaba en casa.
Sir Cambridge tosió como para llamar mi atención y regrese a buscar por su cuadro, revolví todos los trabajos que tenía, y me encontré con algo muy extraño, esto no lo había pintado yo. Seguí hurgando por el estudio, era un cuadro grande era imposible que se hubiera perdido.
-¡Es excelente señor Michaels!- expresó Sir Cambridge, no entendí nada, él se acercó a mí y miró el cuadro de frente- No cometí un error al contratarlo, le agradezco mucho su trabajo señor Michaels- abrió su chaqueta y sacó una pequeña bolsa- Lo acordado, veinte monedas de oro- me dijo entregándome la bolsita.
-Pero Sir Cambridge, no quiero ofenderlo pero, yo no hice esa pintura, yo no pinté ese cuadro - le dije algo apenado.
-¿Cómo sería posible que alguien replicara su trabajo señor Michaels?, yo mismo estuve presente cuando lo pintó-
Su voz, no recuerdo haberla escuchado así, alegre.
-Señora Michaels ¿Concuerda conmigo que este es, sin duda, uno de los mejores trabajos de su esposo?- preguntó Sir Cambridge a mi esposa.
-Sin duda lo es Sir Cambridge, su sombrero y su capa lucen impresionantes- le contestó ella.
-¿Qué? pero no parecía que estuviésemos viendo el mismo cuadro –dije.
-Señor Michaels no sea tan modesto- dijo Sir Cambridge
-El detalle de su corbata roja sobre su ropa negra me gusta mucho- dijo mi esposa.
-Vale cada centavo, fírmelo señor Michaels con rojo por favor- me dijo Sir Cambridge.
-M…Muchas gracias Sir Cambridge- le dije sin comprender una sola palabra.
-Señor Michaels, le conviene tener amigos como yo- Sir Cambridge se quitó el guante y me extendió la mano a manera de saludo, alcancé a ver la mano todavía quemada, laceraciones y ampollas, me quedé impactado, sin embargo era mejor hacer como si no pasara nada y nos dimos la mano.
- Fue un placer conocerlo señor Michaels, y a su adorable familia- Sir Cambridge se dirigió a su carruaje miró su retrato de nuevo, y exclamó desde la puerta.
-No cabe duda, que nadie puede ver a través de los ojos del artista.

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